jueves, 22 de julio de 2010

BEBÉS


Hoy, gracias al avance tecnológico, podemos comprobar científicamente que el bebé dentro del útero de su mamá es un ser que percibe, siente y reacciona ante los estímulos del medio ambiente. De esta manera va aprendiendo a reconocer, memorizar y discriminar. Y lo más importante: comienza a AMAR.
El grado de stress, las ansiedades y los miedos durante el embarazo pueden afectar su desarrollo. Y por el contrario, el estado amoroso, alegre, positivo y de paz interior de la madre, favorecerá su crecimiento y posterior adaptación al medio.
Cuando este niño nace, si sus necesidades emocionales y físicas son atendidas con amor y comprensión, además de sentir placer y satisfacción, crecerán en el las semillas de la seguridad y la estima: valiosas herramientas que lo acompañarán en su desarrollo vital.
En el modo de vida actual, el niño ha quedado sin el “piel a piel” con su madre. Un mundo des-naturalizado y artificial en el que se cambia: la piel por el plástico, el pecho materno por el biberón, los brazos por el cochecito, la presencia de la madre por el intercomunicador.

Frédérick Leboyer nos dice…”Los bebés tienen necesidad de leche, si, y de recibir caricias y también de ser amados…ser cargados, acunados, acariciados, tocados, masajeados, cada una de estas cosas es alimento para un niño, tan indispensable sino más que vitaminas, minerales y proteínas, si se priva de todo eso, del olor, del calor, la voz que tan bien conoce, el niño, aunque esté harto de leche, se dejará morir de hambre”.
La base de la confianza en un niño se crea en ese apego con su madre, en ese piel a piel, desde su nacimiento, gracias a ese lazo de amor, el niño dejará de sentir hambre, miedo y soledad, desarrollando un profundo amor hacia sí mismo y a sus semejantes y un respeto y compromiso hacia la vida en su totalidad.