jueves, 29 de noviembre de 2012

MASAJE SHANTALA



Masaje Shantala - Música - Movimiento.
Encuentros personalizados para el bebé, la mamá y el papá.

Todo bebé, para sentirse amado, escuchado y reconocido necesita del contacto físico permanente, en especial de su mamá.
Creamos este espacio priorizando las necesidades del bebé recién llegado, así como también los interrogantes y expectativas de los papis, especialmente a aquellos niños que por diferentes realidades (prematuro, dificultades psicomotrices, discapacidades) necesiten ser más estimulados para desarrollar sus capacidades. 
En cada encuentro explorarás, descubrirás y podrás vivenciar las diferentes formas de estimulación-comunicación, a través del masaje, el movimiento, la palabra y la mirada, en un ambiente de amor, respeto y confianza, propicios para sentir y reflexionar juntos acerca del crecimiento y desarrollo de tu hijo y de tu rol como mamá y papá, valorando de sus potencialidades, y estimulando su capacidad creativa, posibilitándolo desde su libertad intrínseca a ser constructor de su propio mundo y transformar el mundo en que vive, enriqueciéndolo con su singularidad. 

PSICOTERAPIA NIÑOS CON CAPACIDADES DIFERENTES


Estimulación- Habilitación- Rehabilitación

Niños con Capacidades Diferentes-Patologías Neurológicas-Psicomotriz

Sabemos que los padres ante el nacimiento de su bebé con necesidades especiales, suelen experimentar períodos de confusión, necesitan atravesar el duelo por el niño ideal que no ha llegado, como también consultar a diferentes médicos, hacer estudios y tratamientos.
Una vez atravesado este tiempo, estos padres deberán darse el permiso para conocer a este nuevo hijo, conectarse con su bebé no desde su dificultad, sino desde sus posibilidades y potencialidades.
Un bebé con necesidades especiales, puede escuchar una canción, puede disfrutar de una caricia, puede recibir masajitos, mimos. Todos los bebés necesitan del contacto físico para su desarrollo, necesitan de la mirada de su madre y de su palabra: así se propiciará el encuentro, el vínculo entre ellos y se apostará a la singularidad de ese pequeño.
Sostén, mirada, tacto, palabra... le dan al bebé la posibilidad de ser. 
Por eso quiero acompañarlos y asistirlos, en la función de padres para facilitar ese vínculo con su hijo, proponiéndole actividades diferentes, fomentando la confianza en ustedes y en su capacidad de ayudar al bebé a lo largo del complejo proceso de desarrollo, para que crezca como un ser libre y creativo, constructor de su propio mundo.
Las actividades estarán acorde a la edad de niño y sus necesidades.


TRASTORNO DE CONDUCTA


Un niño con trastornos de aprendizaje puede ser el emergente de una complicada trama familiar; es necesario y urgente abordarla. Aquí también intervienen entonces varios profesionales. El profesional o profesionales tratantes del niño intervienen con los padres a través de entrevistas pero es importante que los padres tengan a su vez un espacio terapéutico particular.
El niño debe sentir que escuela y familia se transforman en una red de contención. Muchas veces los padres no toleran el fracaso escolar de sus hijos. A su vez en la escuela son catalogados, signados como niños problema. Aparece así la terrible vivencia de la discriminación, sumado a que muchas veces no son tolerados por sus pares.
Es  a su vez importante que los profesionales tratantes se acerquen al ámbito escolar para ofrecer: información sobre el cuadro, contención al docente y estar al servicio de la escuela para cualquier tipo de consulta e intervención en beneficio del paciente. El docente así se transforma en parte importante del equipo de profesionales. Los docentes son los observadores y actores in-situ, son los actores partícipes y testigos del aprendizaje del niño.


miércoles, 21 de noviembre de 2012

LA ANOREXIA




Cuando la furia emocional nos desborda -especialmente si somos aún muy jóvenes-, y cuando no logramos desplegar nuestras alas sometidas al deseo omnipresente de nuestra madre, creemos que seremos capaces de rechazarla a través de otras entidades nutricias, como por ejemplo, el alimento. Así es como iniciamos esta guerra de deseos. Si ganamos esa batalla, nos sentimos poderosas. No com
er, ser capaces de decir “no”, no tentarse, no tener hambre, no necesitar del otro, es el trofeo alcanzado. Eso se llama anorexia. Alcanzamos la ilusión de estar demostrándole a nuestra madre que no la necesitamos y que podremos sobrevivir sin ella. Aunque en el fondo estemos desesperadas de amor materno.
Es evidente que el problema no reside en el hecho de no comer, sino que la anorexia es la herramienta ideal contra la invasión del deseo ajeno. Por eso es ridículo que nos obliguen a comer o que controlen cuánto alimento ingerimos, ya que en esos casos reaparece una “entidad externa” con un deseo bien definido que pretende anular el nuestro. Ninguna anoréxica “desearía” comer más. Al contrario. No comer nos permite imponer nuestro deseo y eso nos otorga seguridad. Mientras no comamos, estamos orgullosas de estar ganando la batalla.
Admitamos que visto de este modo, quizás no haya nada más “saludable” para la anoréxica, que cerrar la boca. No conocemos otra manera de defendernos. Si lo supiéramos, no nos dejaríamos morir de hambre.

EL MUNDODESDE LA MIRADA DEL NIÑO




La evolución desde la dependencia física y emocional absoluta hacia una independencia relativa, es un tránsito muy prolongado....de casi veinte años. El camino que tenemos por delante es enorme. Y eso, todos los niños lo sabemos. También sabemos que necesitamos la asistencia de un adulto para que medie entre el mundo y nosotros.
Por ejemplo, si aún no tenemos capacidad para caminar, alguien nos tiene que prestar sus piernas. Eso significa que esperamos estar siempre, siempre, siempre, en brazos de alguien que camine. Y cuando logramos la marcha....que es un éxito significativo, de todas maneras continuamos necesitando caminar con las piernas de otro. Y mientras no contemos con el lenguaje verbal, esperamos que alguien nombre nuestras sensaciones, nuestra hambre, nuestro dolor de panza. Hasta que alguna vez nosotros mismos podamos nombrar cada cosa.
Sin embargo, con frecuencia, no encontramos piernas que caminen nuestro andar, ni brazos que nos otorguen movimiento, ni palabras que canten nuestras canciones. Lo más grave no es el desencanto, sino el peligro en el que efectivamente estamos. Librados a los depredadores, lloramos con desesperación. Pero en lugar de ser comprendidos, llamativamente, somos desestimados. Algo que ninguna otra especie de mamíferos haría: desestimar el llamado de la cría. En estos casos, cambiamos las estrategias del llamado: probamos enfermando. Lamentablemente obtenemos respuestas sobre la enfermedad, pero no en relación a nuestro ser interior. En ese punto, los niños ya no sabemos cómo explicar que necesitamos desesperadamente la presencia y la mediación de un adulto autónomo. También probamos adaptándonos. Es decir, inventamos que  no necesitamos eso que necesitamos. Que hayamos sobrevivido disminuyendo las demandas, significa que hemos relegado a algún lugar sombrío las necesidades básicas que no han sido satisfechas. Pero éstas no desaparecen. Sólo desaparecen para la conciencia.  Cuando cumplimos tres años, ya comprendemos fehacientemente que no podemos llorar como un bebé recién nacido, a los seis años mucho menos. Aprendemos a pedir sólo aquello que los adultos están dispuestos a escuchar.  Así nos alejamos de nuestras almas en pena. En ese mismo instante, hemos perdido para siempre la sabiduría de la infancia.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

EN LUGAR DE TRIBU HAY SOLO UN PADRE



Todas las madres con niños pequeños necesitamos sostén, acompañamiento, solidaridad, comprensión y resguardo de otros miembros de nuestra tribu. Pero claro, en el mundo occidental -especialmente en las grandes ciudades- nos hemos quedado sin tribu. Emprendemos la búsqueda solicitando apoyo y lo que encontramos más cerca es al señor que duerme en nuestra cama, q

ue en la mayoría de los casos ha sido nombrado padre oficial del niño. Llamativamente suponemos entonces que toda la compañía, el cobijo, la ayuda, la disponibilidad y la empatía que una tribu entera nos hubiera prodigado, ahora debería provenir de una sola persona: el padre del niño. Tomemos en cuenta que una cosa es la inmensa necesidad de ser amparadas frente a la desesperación, la locura y las vivencias confusas que estamos experimentando desde el nacimiento de nuestros hijos, y otra es lo que un solo individuo puede ofrecer, reemplazando los roles de muchos.
Cuando no vislumbramos nuestra realidad en forma global, creemos que las cosas se solucionarían si el varón regresara más temprano a casa, si cambiara los pañales de vez en cuando o si ganara más dinero. Es tiempo de admitir que somos sólo dos personas -nada más que dos- y que tanto las madres como los padres estamos demasiado solos en la compleja tarea de acunar a nuestros hijos. Si la realidad es tan desventajosa, compartamos lo que nos pasa, conversemos y decidamos juntos a quiénes pedir ayuda. Inventemos una red amorosa donde haya un lugar destacado para los niños. Ofrezcamos una sonrisa, un libro, un dato valioso a otras madres. Abramos nuestras casas, cocinemos algo delicioso, invitemos a otros adultos con niños a visitarnos. Si participamos en la construcción de una tribu moderna, dejaremos de culpar a nuestra pareja. Y aparecerá la virilidad que estábamos reclamando.
Laura Gutman