martes, 19 de febrero de 2013

Importancia de los sonidos, la voz y la música en el desarrollo pre-natal


“LA MUSICA NOS CREA UN PASADO DEL QUE IGNORAMOS SI EXISTENCIA”
OSCAR WILDE

El Bebé en gestación recibe, a través de sonidos, información rica y variada. El cuerpo de su mamá no es silencioso, todo lo contrario, una orquesta que suena las 24 horas; el corazón, el aparato digestivo, la respiración, la circulación de sangre por el cordón, movimientos de músculos y huesos, crean su mundo musical.
Pero además se la musicalización del interior, el niño también recibe desde afuera una serie de sonidos.
La audición, es el único sentido que le permite al niño el contacto con el mundo de exterior, dichos estímulos hacen que el Bebé, desarrolle la capacidad de asociar y relacionar, antes de nacer, discrimina las voces de su mama, a la de otras voces desconocidas, al igual que la música que le es agradable y la que no, manifestándolo por medio de movimientos de desagrado, los cuales mamá percibirá.
El aparato auditivo, termina de desarrollarse al cuarto mes, el sonido que oye el Bebé, está atenuado por el liquido amniótico, esto hace que ellos prefieran sonidos de arpas, violines, delfines, que son más agudos, relajan y tranquilizan tanto al Bebé como a mamá, que los sonidos graves.
De los sonidos internos que el niño recibe permanentemente, el único que se silencia por momentos, es la voz de mamá. Este sonido tiene un significado muy importante para él en el momento del nacimiento, ya que es el más conocido, por eso durante la etapa pre-natal es tan importante la estimulación por medio del oído, que el niño escuche la voz de mamá y de papá, cantando o diciéndole palabras de amor, como así también disfrutar juntos la música que les agrade, esto ayudará en el momento que este niño se encuentre con un nuevo mundo desconocido para él
Durante el último mes de gestación, la estimulación auditiva deja huellas grabadas que no se borran el resto de nuestras vidas

El puerperio en el siglo XXI



El puerperio es considerado usualmente como un período de desequilibrio para la mujer que dura alrededor de 40 días después del parto, tiempo que fue estipulado -ya no sabemos por quién ni para quién-  y que responde a una  histórica veda moral para salvar a la parturienta del reclamo sexual del varón. Pero ese tiempo cronológico no significa psicológicamente un comienzo ni un final de nada.
Personalmente, considero que el puerperio, en realidad es el período transitado entre el nacimiento del bebé y los dos primeros años, aunque emocionalmente haya una diferencia evidente entre el caos de los primeros días, la capacidad de salir al mundo con un bebé a cuestas o el vínculo con un bebé que ya camina.
Estos dos años tienen que ver con el período de completa “fusión emocional” entre la madre y el bebé, es decir, con la sensación de la madre de vivir dentro de las percepciones y experiencias del bebé, sintiéndose “desdoblada física y emocionalmente”. ¿Por qué dos años? Es posible reconocer en el niño el lento despegue de la fusión emocional, alrededor de los dos años de edad, cuando puede empezar a nombrarse a sí mismo como un ser separado, cuando puede decir “yo”. La madre vive una situación análoga, pero sin tanta consciencia. De hecho, alrededor de los dos años del niño, toda madre también recupera ese “ahora soy yo misma”, sintiendo deseos genuinos de “volver a ser la de antes”, con intereses y proyectos que no incluyen necesariamente al niño.


Básicamente quiero recalcar que las mujeres merecemos obtener cuidados, comprensión, aceptación y protección, traduciendo de este modo que lo que nos pasa internamente, “es correcto” y no hay nada diferente que tendría que suceder. Con un bebé en brazos, habiendo atravesado un parto, en plena desestructuración emocional, bajo los efectos de la pérdida de nuestra identidad; lo menos que podemos anhelar es estar desorientadas. Por eso necesitamos acompañamiento y permisos para aprender a navegar el puerperio que viene en formato invisible, sin bordes, sin horarios, sin lógica y sin razón.